La barba es un rasgo muy peculiar en el ser humano: es sexualmente dimórfico, se desarrolla o no en función del sexo, y particularmente, de la producción y reconocimiento de hormonas andrógenas.
Sin embargo, hay poblaciones humanas cuyos hombres son barbilampiños, mientras en otras los varones gozan de frondosas barbas. ¿A qué se debe esto? ¿Por qué es un rasgo distinto en función del sexo? ¿Y qué función tiene la barba, en términos evolutivos?.
La barba humana está compuesta por pelos gruesos y largos que crecen en la región facial de los hombres adultos tras la pubertad. A diferencia de otros pelos del cuerpo, que se desprenden al alcanzar cierta longitud, los de la barba pueden crecer casi indefinidamente.
Como otros cabellos, cada pelo de la barba nace de un folículo piloso, una glándula de la piel, que fabrica el pelo de forma constante. Sin embargo, en el folículo piloso de la barba hay células cuya activación depende de una descarga hormonal, específicamente, de la dihidrotestosterona, una hormona producida especialmente por los testículos y la próstata, aunque también se produce, en mucha menor cantidad, por las glándulas suprarrenales —en ambos sexos—.
Durante la pubertad, los niveles de dihidrotestosterona y otros andrógenos se disparan en los varones, lo que estimula el crecimiento de los folículos pilosos faciales —además de otros rasgos sexuales secundarios—. La estructura y la densidad de la barba varía entre individuos, según su genética y su producción de hormonas. De hecho, en mujeres con alta producción de testosterona también se puede llegar a desarrollar una especie de barba laxa y poco abundante.
En hombres trans que llevan a cabo una terapia hormonal masculinizante la barba suele surgir, independientemente de su edad, a partir de los 4 a 6 meses desde el inicio de la terapia y, en cualquier caso, casi nunca se demora más de tres años.