La barba es un rasgo muy peculiar en el ser humano: es sexualmente dimórfico, se desarrolla o no en función del sexo, y particularmente, de la producción y reconocimiento de hormonas andrógenas. Sin embargo, hay poblaciones humanas cuyos hombres son barbilampiños, mientras en otras los varones gozan de frondosas barbas. ¿A qué se debe esto? ¿Por qué es un rasgo distinto en función del sexo? ¿Y qué función tiene la barba, en términos evolutivos?

Frondosa barba
Frondosa barba – Jordi Mora Igual /iStock

Estructura y formación de la barba

La barba humana está compuesta por pelos gruesos y largos que crecen en la región facial de los hombres adultos tras la pubertad. A diferencia de otros pelos del cuerpo, que se desprenden al alcanzar cierta longitud, los de la barba pueden crecer casi indefinidamente.

Como otros cabellos, cada pelo de la barba nace de un folículo piloso, una glándula de la piel, que fabrica el pelo de forma constante. Sin embargo, en el folículo piloso de la barba hay células cuya activación depende de una descarga hormonal, específicamente, de la dihidrotestosterona, una hormona producida especialmente por los testículos y la próstata, aunque también se produce, en mucha menor cantidad, por las glándulas suprarrenales —en ambos sexos—.

Durante la pubertad, los niveles de dihidrotestosterona y otros andrógenos se disparan en los varones, lo que estimula el crecimiento de los folículos pilosos faciales —además de otros rasgos sexuales secundarios—. La estructura y la densidad de la barba varía entre individuos, según su genética y su producción de hormonas. De hecho, en mujeres con alta producción de testosterona también se puede llegar a desarrollar una especie de barba laxa y poco abundante.

En hombres trans que llevan a cabo una terapia hormonal masculinizante la barba suele surgir, independientemente de su edad, a partir de los 4 a 6 meses desde el inicio de la terapia y, en cualquier caso, casi nunca se demora más de tres años.

Las poblaciones humanas imberbes

La densidad de la barba no solo cambia entre individuos, también hay poblaciones humanas con la barba densamente poblada, y otras prácticamente imberbes.

Aunque en una primera impresión se podría deducir que se debe a la menor cantidad de testosterona de los hombres de esos pueblos, en realidad, la diferencia radica en la sensibilidad de los folículos pilosos a dicha hormona. Es un rasgo determinado por la genética; la piel de algunos hombres es más sensible a la acción de la testosterona y producen mayor cantidad de barba, mientras la piel de otros es inmune a la hormona y no producen vello facial o lo producen muy fino y corto.

Existen situaciones extremas, donde la insensibilidad a la testosterona no solo se produce en la piel, sino en todo el organismo. Cuando una persona con dotación cromosómica XY y testículos funcionales nace con esta condición tan particular, la testosterona que produce no es reconocida por el cuerpo. A causa de ello, no se desarrollan los genitales masculinos, sino femeninos; los caracteres sexuales secundarios son, también, femeninos, y la presencia de vello corporal y facial es casi nula. Esta condición se denomina síndrome de Morris.

La función evolutiva de la barba

El motivo que subyace tras la presencia o ausencia de barba despertó el interés y la curiosidad de los investigadores desde que se conoce el proceso de evolución biológica. El propio Charles Darwin planteó como hipótesis que la barba humana debió de ser un rasgo seleccionado por vía sexual; según su hipótesis, los pueblos que presentan hombres con barba mantienen ese rasgo fijado en su población porque, de algún modo, las mujeres los perciben más atractivos.

Aunque la idea puede parecer la más sencilla, y, por tanto, la más probable, las pruebas indican que no existe esa predisposición generalizada a la consideración de mayor atractivo en la barba. La presencia de barba no se percibe, ni como un atributo más atractivo, ni menos; pero sí se percibe que el hombre con barba tiene más edad que el que no la tiene, y acentúa los rasgos relacionados con la apariencia de agresividad. Esta percepción es compartida en todo el espectro sexual.

Según la hipótesis más aceptada, las poblaciones que presentan densas barbas pudieron seleccionar ese rasgo por dos motivos —no excluyentes—. Por un lado, la selección intrasexual entre hombres; la percepción de un rostro barbudo indica mayor experiencia y agresividad, y eso tiende a evitar las confrontaciones, fijándose el rasgo en la población. Por otro lado, en una evolución más cultural, la barba tupida y larga protege el cuello de agresiones, como las producidas por arma cortante o por peleas cuerpo a cuerpo, de un modo similar a como la melena del león protege el cuello de la mordida de sus congéneres.

Ese efecto protector pudo hacer que, en períodos del pasado en que los conflictos interpersonales fueran más habituales que en nuestra civilizada actualidad, la barba supondría la diferencia entre la vida y la muerte.